viernes, 4 de marzo de 2016

UNA HISTORIA DE LA PREHISTORIA

Hola a todos.
Debía de subir hoy el último fragmento de mi relato Una historia de la Prehistoria. 
Debido a que lo considero demasiado largo, hoy, subiré el penúltimo fragmento.
El final, el desenlace definitivo, llegará mañana.
¡Deseo de corazón que os guste!

                        Es sólo un acto mecánico, pensó la joven hembra.
                        Observó al joven macho tallar la piedra. El ambiente en la isla era bastante lúgubre.
                       Una de las hembras estaba preñada. Iba a dar a luz a una cría. Sin embargo, aquella mañana, había despertado sangrando. Le dolía mucho el vientre.
                       Finalmente, había expulsado algo de su interior que no era un bebé. Y tampoco se movía.
                      La joven hembra se paseó por la isla. No podía quitarse de la cabeza las cosas que hacía con aquel joven macho.
                       Céntrate, pensó. Debía de buscar comida. Se puso de rodillas en el suelo. A lo mejor, veía algún insecto apetitoso.
                      No vio nada. Se puso de pie, sintiéndose furiosa consigo misma. No entendía nada de lo que le pasaba.
                     Aquel joven macho estaba siempre cerca de ella. No podía verle. Sin embargo, sabía que no estaba pescando en el río. Ni estaba tallando la piedra.
                     Estaba cerca de ella. Los recuerdos acudieron a su mente.
                     Desde hacía algo más de una semana, se encontraban entre la espesura de los árboles. Noche tras noche...
                     ¿De verdad era tan agradable sentir el peso de su cuerpo encima de ella? Meneó la cabeza.
                     Debía de despejar su mente. Pero seguía pensando en él.
                     ¿De verdad era tan agradable sentir la lengua de aquel joven macho recorriendo todo su cuerpo?
                     No debía de pensar así. Decidió regresar donde estaban las demás hembras.
                     No quería recordar a aquel joven macho moviéndose cuando estaba dentro de ella. Los dos cuerpos se fundían en un solo ser.
                      Vio a la hembra que acababa de perder a su cría. Otra hembra la estaba enterrando. Había mucha angustia en los rostros de las hembras.
-¿Qué ocurre?-preguntó la joven hembra. 
                       Su madre estaba allí. Le lanzó una mirada cargada de angustia. La hembra que acababa de abortar no dejaba de sangrar.
                       Se temía por ella. Acabaría muriéndose allí mismo. Entonces, ¿qué iban a hacer?
                        Hacía calor. Todos los miembros iban completamente desnudos. Al llegar los fríos, se cubrían los cuerpos con ropas confeccionadas con las pieles de los animales que cazaban. ¿De verdad había transcurrido tanto tiempo desde que llegaron a aquella isla? La joven hembra estaba atónita. Cuando llegaron, el río estaba congelado. Hacía mucho tiempo que el río estaba descongelado. Pero seguían en aquella isla.
                          Es magia, pensó la joven hembra. Nos retiene aquí. No podemos abandonar este lugar.
-Nos iremos-le dijo su madre-Construimos aquí cabañas para protegernos del frío. Las cabañas están destruidas. Hemos de irnos de aquí. Ya no nos queda nada. Hemos cazado todos los conejos. Hemos de volver a seguir caminando. Buscando comida. Las crías acabarán muriendo. Temo por esta hembra. 
-¿Y cuándo nos iremos, madre?-le preguntó la joven hembra. 
-No lo sé. Nuestro líder lo decidirá. 
-¿Es necesario irnos y seguir yendo de un lado a otro sin rumbo? 
-Hija...
-Lo sé. 
-No discutamos. Busca hojas. Tenemos que detener la hemorragia. Cuando alguien pierde mucha sangre, acaba muriendo. No podemos dejar que su cuerpo se lo coman los animales. Nos lo comemos nosotros. Sé que te da rechazo hacerlo. Siempre te ha pasado lo mismo. 
-No hablemos de ello, madre. 
-Está bien. Siempre has sido distinta a las demás hembras, hija. Soy tu madre. Y lo noto. 
                     La joven hembra se alejó de allí.
                     Luchó por no pensar en las manos del joven macho acariciando su cuerpo. En sus labios paseándose por su cuerpo.
                      No era el momento. Debía de ocuparse de aquella hembra. Y pensar que acabarían abandonando aquella isla. Aquel lugar lleno de magia...

 

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