viernes, 9 de octubre de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

15 DE FEBRERO DE 1817

                        No tengo cabeza para pensar en nada. 
                        Hace días que no voy a ver a Becky. 
                        Por lo que tengo entendido, está peor. No quiere ver a nadie. Se ha encerrado en su habitación. 
                         He intentado en varias ocasiones hablar con ella. Pero ni siquiera me ha abierto la puerta de su habitación. 
                         Lo malo es Mikhail. 
                         Tengo la sensación de que quiere que tome una decisión. Me he encerrado en mi habitación a escribir estas líneas. Me tiembla la mano cuando lo hago. ¡Ojalá lady Emerald estuviera aquí! Ella sabría entenderme. 
                         He de tomar una decisión con respecto a Mikhail. 
                         ¿Qué decisión puedo tomar? He de escribirle una carta a Piers. 
                        ¿Y qué es lo que le voy a decir? Me he enamorado de un joven ruso. 
                         Mikhail me ha escrito una carta muy bonita. Me cuenta que sueña con que vivamos juntos lejos de todo. Quiere que me vaya con él a San Petersburgo. Becky se vendría con nosotros. 
                        Lady Parthenia Westland está a punto de mandar su reputación al cuerno por un hombre. La Reina de Hielo ha visto cómo su fachada se derretía como la nieve al Sol. 
                        El sentir la lengua de Mikhail lamiendo mis pechos. Ver cómo los mordisqueaba saboreándolos. Cómo su boca se perdía entre mis piernas. 
                       ¡No soy ninguna ramera! Sólo soy una mujer enamorada. 



                         Mi doncella entra en mi habitación. 
-¿Qué hace todavía levantada, milady?-me pregunta-Suponía que estaba ya durmiendo. 
-Le estoy escribiendo una carta a lady Emerald-le respondo. 
-Su prima Miranda ha venido a verla. Es demasiado tarde para hacer una visita. 
-Prepara la habitación de invitados. Se sentirá sola. Que duerma aquí esta noche.
-Como guste, milady.
-Me da mucha pena Miranda. Damien no es un buen hombre. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

                      ¿De verdad ha pasado tanto tiempo, mi querida Parthenia?
                      Aún sufro pesadillas relacionadas con ese día. Lord Seton y yo nos dirigíamos a Gretna Green. Era nuestro destino. 
                      Íbamos a casarnos. 
                      Yo estaba muy nerviosa. Cada vez que lord Seton y yo dábamos un paseo por el jardín, él hacía algún comentario. Lloré hasta quedarme sin lágrimas al enterarme de mi desgracia. El hombre que amaba estaba muerto. Y yo no podría caminar. Nunca...Me había convertido en una inútil. 
                       Lo malo no fue sólo la pérdida de movilidad en mis piernas. Sino el saber que el bebé que iba a tener de mi amado lo había perdido. Había perdido a mi niño. 
                       Recuerdo que metíamos los pies en el agua. 
                       Lord Seton vivía junto con su madre en la isla de Hallsmead Aid. Es una isla muy pequeña que se encuentra en el río Támesis. Son pocos los vecinos que tiene. 
                       No sé cómo me enamoré de lord Seton. Fue a él a quién le conté la verdad sobre mis orígenes. Y me di cuenta de que él sentía por mí lo mismo que yo sentía por él. 
                      Mi cabello es de color dorado. 
                      Lord Seton acarició con su mano mi cabello mientras dábamos un paseo. 
                       Nos perdimos entre los numerosos árboles que crecen en la isla. 
                      Y me robó mi primer beso. 
                      ¡Sentí cómo mi alma volaba en aquellos momentos! 
                      Me regalaba ramitos de flores silvestres. Me escribía cartas de amor. Y dábamos muchos paseos por la espesura de los árboles. Por él, intenté darle un matiz más a la moda a mi vestuario. Mis ropas me parecían demasiado viejas y tristes. ¡Incluso, mi madre me obligó a usar cofia, pese a que era muy joven! 
                     Una noche, nos encontramos en la orilla del río Támesis. 
                     Me había entregado a él. 
                     Lord Seton se coló una noche en mi habitación. A pesar de que era una locura, mi corazón venció a mi razón. 
                     Se metió en mi cama. 
                     Me arrojé en sus brazos. 
                     Me olvidé de todo cuando besó mi cuello. No supe quién desnudó a quién mientras nos besábamos. 
                     La educación que me dio mi madre la olvidé. 
                     Nunca me ocultó de dónde venía. Siempre me habló de la pureza de una mujer. 
                    Yo debía de mantener mi virginidad intacta hasta el día de mi boda. Pero me olvidé de todo eso cuando me encontré con lord Seton en mi cama. 
                     Recibí de él numerosos besos. Me brindó las mejores caricias en todos nuestros encuentros. 
                     Aquella noche, me besó con ardor en los labios. Lamió con suavidad mis pezones. 
                     Y yo no pensé en nada. 
                    Semanas después, empecé a marearme. Vomitaba todo lo que comía. 
                    Mi madre se encerró conmigo en mi habitación. Quería saber si yo estaba embarazada. Me dijo que hacía casi dos meses que no veía ningún paño mío empapado con la sangre de mi menstruación. Traté de no decir nada. 
-¡Dime la verdad!-me exigió, pero guardé silencio. 
                   Se lo conté a lord Seton. 
                  Aquella misma noche, nos fugamos juntos. 
                  Quiero olvidar lo cerca que estuvimos de alcanzar nuestro destino. Quiero no pensar en que mi niño está muerto. 
                  Que el hombre de mi vida también está muerto. Sólo tengo como compañía  a mi madre. 
                  Ella se preocupa por mí. Pero es demasiado vieja ya como para estar empujando la silla de ruedas en la que debo de ir sentada. 
                  Vegeto sentada en un sillón del saloncito de nuestra casa. Oigo el sonido de las olas desde allí. 



-Hija, deberías de empezar a pensar en buscarte a otra alumna-me sugiere-No puedes pasarte el día así, sin hacer nada. 
-Un primo de padre nos está pasando una asignación-le recuerdo. 
-No nos falta de nada gracias a ese buen hombre, pero tienes que tener la mente ocupada, Emerald. Tienes que empezar a olvidar. 
-Madre, ¿cómo voy a olvidar que no puedo caminar?
                     He llorado muchas veces, mi querida Parthenia. Me he quedado sin lágrimas. 
                     Mi madre lo sabe. No sabe qué hacer. Se siente tan impotente como yo me siento resignada. No puedo hacer nada por cambiar esto. 

jueves, 17 de septiembre de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

13 DE FEBRERO DE 1817

-¡Milady!-exclama mi doncella entrando en mi gabinete-¡Ha llegado una carta para usted!
-¿Una carta para mí?-me sorprendo. 
-Es de su antigua institutriz. 
-¡Déjame leerla! 
                        Es curioso pensar en lady Emerald D' Arcy como mi institutriz. Es la única hija del conde de Iverleigh. 
                        Tiene treinta y dos años. Su padre murió cuando ella tenía nueve años. No es ningún secreto que lady Caitlyn D' Arcy fue una golfilla callejera. Perteneció a una banda de niños ladrones. Ella se hizo pasar por chico durante mucho tiempo para intentar impedir el que debía de ser su verdadero sino. Acabar convertida en una prostituta. 
                       Lady Emerald me contó la historia de su madre. 
                       Lord Iverleigh murió en un accidente de caza junto con su secretario William. Fue lo más parecido que lady Caitlyn tuvo a un hermano. William y ella estuvieron en la misma banda de niños ladrones. 
                       Lady Emerald nunca ha ocultado sus orígenes. 
                       Lady Caitlyn aún vive. Pero está llena de achaques. Las dos estuvieron viviendo en esta mansión hasta el año pasado. A la muerte de lord Iverleigh, su familia se ensañó con su mujer y con su única hija. 
                       Expulsaron a lady Caitlyn y a su hija de su casa. Lady Caitlyn envió a lady Emerald a un internado para Señoritas. Al menos, le quedaba dinero para costear la educación de su hija. Cuando abandonó el internado, Emerald tenía dieciocho años. Podía convertirse en una institutriz. Había recibido una esmerada educación. 
                        Abro el sobre que contiene las hojas que ha escrito mi antigua institutriz. Conocí a lady Emerald hace doce años. Me sorprendí mucho cuando la vi por primera vez. Iba en silla de ruedas. Lady Emerald había perdido la movilidad en sus piernas a raíz de un accidente de carruaje.  
-¿Por qué no camina?-le pregunté cuando entré en la biblioteca, donde conocí a la que sería mi institutriz. 
-¡Parthenia, no hagas esas preguntas!-me regañó mi madre. Se dirigió a lady Emerald-Disculpe a mi hija. Parthenia es una niña educada. 
-Pero es curiosa-observó lady Caitlyn. 
-¿Quién va a ser mi institutriz?-quise saber. 
-Voy a ser yo tu institutriz-contestó lady Emerald. 
                        Le caí bien. Yo fui su primera alumna. En aquel momento, no sabía que lady Emerald había tenido una vida tan apasionante. 
                         Nos hicimos amigas cuando llegué a la adolescencia. Lady Emerald, desde su silla de ruedas, me enseñó a caminar erguida. Una dama tiene que caminar erguida. No puede caminar encorvada. 
                         Me enseñó a usar los cubiertos. Me enseñó nociones de Historia. Ella me enseñó a bordar. 
                        Tuve un profesor de piano. Lady Emerald sabía tocar el piano mejor que él. Era una verdadera virtuosa. Me encantaba oírla tocar el piano. 
-¿Por qué no se levanta de la silla de ruedas?-le pregunté al finalizar uno de esos conciertos caseros. 
-¡Niña, no hagas esas preguntas!-me regañó lady Caitlyn. 
-No pasa nada, madre-intervino lady Emerald-Siente curiosidad. Es lógico. Me quedé paralítica a raíz de un accidente. Viajaba en un carruaje cuando éste volcó de manera muy brusca. 
                               Lady Emerald me enseñó a pintar. A su lado, me siento inútil y patosa. 
                               Llegué a admirarla realmente. 
                              Más adelante, supe que tuvo un accidente de carruaje porque estaba huyendo en compañía de un joven caballero, lord Seton. No recuerdo el apellido. 
                               Lord Seton murió. Lady Emerald quedó postrada en una silla de ruedas. Tenía diecinueve años cuando ocurrió.
                               Se conocieron al poco tiempo de abandonar ella el internado. Su madre estaba trabajando como dama de compañía para la madre de él. Todos estaban sorprendidos al ver a una dama de tan alta cuna como lo era la condesa de Iverleigh trabajando. Había abandonado su Irlanda natal porque todo el mundo allí conocía su historia. En Inglaterra, casi nadie sabía quién era realmente ella. 
                            En todas sus cartas, lady Emerald me habla de lord Seton. 


-¡Pobre mujer!-suspiró mi doncella-La vida se ha ensañado con ella. 
                        Estoy sentada en el sofá. Lady Emerald ha vuelto a su Irlanda natal. Vive en Galway. Su madre ha arrendado una casita cerca de allí. 
-La verdad es que era fácil llevarse bien con lady Emerald-añade mi doncella-Pero su madre era otra cosa. ¡Una trepa es lo que era!
-¿Cómo puedes hablar así?-la regaño. 
-Milady, usted sí era una dama. No dudo que lady Emerald era otra dama. Pero su madre no lo era. ¡Era una ladrona! 
                        Los criados escucharon conversaciones que mantenían lady Emerald con su madre. 
-No deberías de ser tan chismosa-añado. 
-Sólo espero que no sienta compasión por lady Caitlyn-me aconseja-Usted bastante tiene con sus problemas. 
-¿Y qué problemas tengo?
-Su amiga miss Rebecca, por ejemplo. 
                          

martes, 15 de septiembre de 2015

CAMBIOS

Hola a todos.
Hago esta entrada muy breve para informaros de lo que pienso hacer con este blog.
¡No os asustéis! Mi idea no es cerrarlos. Ya lo abrí una vez hace cuatro años, lo olvidé y lo recuperé por una pirueta del Destino vía Google.
Quiero mantener este blog abierto durante mucho, mucho tiempo.
Mi idea es ir convirtiendo de manera paulatina este blog en el único blog que tenga.
Que vea aquí la luz, no sólo los diarios de lady Parthenia, sino muchas historias que sacaré de mi cabeza.
Reflexiones, imágenes de La Unión (mi querida ciudad natal). ¡Todo esto pasará por este blog! Hasta diarios personales de otras damas del siglo XIX. ¡Y "fanfics"!
Pero eso se irá viendo poco a poco.
¡Hasta pronto!

martes, 23 de junio de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

12 DE FEBRERO DE 1817

-¿Qué está pasando entre mi primo y tú?-me interroga Becky-Noto que hay algo raro. 
-No sé lo que quieres decir-le contesto, sintiéndome mal porque le estoy mintiendo. 
-Creía que existía confianza entre nosotras. 
                               Becky está acostada en la chaise longue. Se siente cansada esta tarde. Pero quiere estar en el jardín. 
                              Me siento en el filo de la chaise longue. El Sol ha salido por la mañana. Pero sus rayos son muy débiles. 
                             Becky está muy delgada. 
                             La doncella personal de mi amiga me ha llamado antes a un aparte. Me cuenta que Becky no está bien. 
                              Le cuesta trabajo conciliar el sueño por las noches. Se la ha escuchado llorar muchas veces. No puede evitar recordar a Alec. 
                              Es consciente del punto al que ha llegado su relación. Sabe que Alec nunca se casará con ella. A pesar de todo, no puede evitar seguir amándole. Es su condena. Quiere pensar que Alec acabará yendo a buscarla. 
                             He estado interpretando una pieza al piano un rato antes para ella. Le digo que hace un día precioso. Ya falta menos para la Primavera, le digo. No tardará el jardín en llenarse de flores de todos los colores. El Sol lucirá más a menudo. ¿No está deseando que llegue la Primavera? Becky no me contesta. No me dice nada. 
-Parthenia...-dice, finalmente-No me molesta que estés enamorada de mi primo. 
                          Quiere que hablemos de Mikhail. No sé cómo reaccionará cuando se lo cuente todo. 
-¿Por qué lo dices?-le pregunto, inquieta. 
                             Becky esboza una sonrisa que es dulce y triste a la vez. En el fondo, me conoce mejor que nadie. Sabe cómo pienso. 
                              Se ha fijado en mí mientras el nombre de Mikhail salía a colación en nuestras anteriores conversaciones, me explica. Yo me pongo roja. Noto cómo la sangre se agolpa en mis mejillas. 
-Tu reacción...-observa-Es la reacción de una mujer enamorada. 
                             Ni siquiera mi prima Miranda sospecha algo. Hemos estado dando un paseo esta mañana por el embarcadero. Miranda se queja de la ausencia de Damien. Lo mismo está aquí, en Douglas, que se marcha unos días fuera. 
                             Nos hemos sentado en la arena de la playa. Las mejillas de Miranda estaban llenas de lágrimas. 
-Nunca te enamores-me ha aconsejado. 
                             Me fijo en que Becky ya no me habla. Se ha quedado profundamente dormida. Me quito el chal de lana que cubre mis hombros. Tapo con él a Becky. 
                              Estoy a punto de gritar cuando miro su cara. ¡Dios mío, qué pálida está!
                              Intento reconocer en ella a la Becky que se acercó a mí en la caseta de la playa. A la Becky valiente que me dijo que se llamaba Abby para avisarme del peligro que corría. ¿Dónde está esa Becky?
                              ¿Qué ha hecho ese miserable de Alec Knight con ella? No quiero odiar a nadie. 
                              Me pongo de pie. Contemplo la figura maltrecha de Becky, que está durmiendo. Siento cómo el corazón se me encoge. Nunca antes he sentido una furia tan intensa hacia alguien. Nunca antes he odiado a alguien como siento que odio a Alec Knight. ¡No se merece a Becky!, pienso con rabia. ¡Le ha destrozado la vida!
                              Soy una dama. La hija de un duque...No he de dejarme llevar por mis emociones. 

 

                                Me despido de Becky depositando un beso en su mejilla. 
                                No me siento con ánimos de volver a mi casa dando un paseo. Alquilo un carruaje que me lleva a casa. El trayecto es corto. Me recuesto en el asiento del carruaje. Intento no pensar en nada. Intento olvidar todo lo que se ha convertido mi vida. 
                              No puedo ser como era antes, pienso cuando el carruaje dobla una esquina. Ya no puedo ser la Parthenia que conoció Becky. Y Becky...
                              Ya no es la misma Becky que conocí hace tanto tiempo. Es una Becky distinta. 
                            Esta noche, me reúno con Mikhail en la confluencia de los ríos Dohal y Glass. 
                            Me tiembla todo el cuerpo mientras me dirijo a su encuentro. Mikhail me está esperando. 
                            Los dos estamos muy preocupados. Ignoramos lo que va a pasar. Pienso, en contra de mi voluntad, en Piers. 
                              No puedo olvidar que es mi prometido. No entenderá que quiera romper nuestro compromiso sólo porque me he enamorado de un joven ruso. Pero ya nada me importa. Sólo sé que no puedo renunciar a Mikhail. Siento que le pertenezco. Siento que él me pertenece. Nos sentamos en el suelo. Nuestras miradas se encuentran. Sólo sé que estamos juntos en este momento. Deseo que este instante dure para siempre. 
-Te veo preocupada-observa Mikhail-Y no es sólo por Becky. 
-Mi vida se ha convertido en una locura en los últimos tiempos-le confieso-Ya no sé qué hacer. 
-Puedes huir conmigo. 
-¿Te has vuelto loco?
-Huiríamos los tres a cualquier sitio. No puedo regresar durante algún tiempo a San Petersburgo. Pero...
-¿Qué quieres decir?
-Vente conmigo, Parthenia. No puedo vivir sin ti. ¡Te necesito!
-¿Te has dado cuenta de que apenas nos conocemos?
-Te conozco bien, Parthenia. En estas semanas, he llegado a conocerte mejor que a nadie. Siento que no existe más mujer en mi vida que tú. ¿No te pasa a ti lo mismo conmigo?
-Mikhail...
                                  Durante unos instantes, me olvido de todo lo que me rodea. 
                                  Sólo soy consciente de que las estrellas están más brillantes en el cielo. ¡Qué bonitas son!
                                  Sólo soy consciente de que Mikhail me ha desnudado por completo sin darme yo apenas cuenta. Y que he sido yo la que le ha desnudado por completo a él. 
                                  Me dejo llevar. 
                                  Correspondo a cada uno de los besos que Mikhail me da en los labios con pasión. Unos besos que son largos, profundos y llenos de ternura. 
                                   Me estremezco cuando Mikhail empieza a acariciarme con las manos. Cuando me abraza. Me besa una y otra vez con suavidad en el cuello. 
                                    Me besa los pechos y me los lame con lentitud, torturándome. Haciéndome disfrutar. Gozar. 
                                   El tiempo se detiene para nosotros. 

jueves, 4 de junio de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA WESTLAND

11 DE FEBRERO DE 1817

-Mi cuñado ha vuelto-me informa Miranda cuando viene a verme-Pero no quiere que Becky se entere. 
                          Por lo visto, Alec regresó ayer por la noche. Yo estaba acostada en mi cama. No podía conciliar el sueño. De pronto, escuché un sonido raro. 
                           En realidad, fue el sonido de mucha gente que hablaba. Alec Knight no es un hombre que sepa ser discreto. Tiene que hacer ruido por dónde quiera que vaya. Pero el que más me preocupa ahora es Mikhail. 
                          Ha intentado matarle una vez. 
                          Miranda me invita a que dé un paseo con ella. Damos el paseo a pie mientras me cuenta lo aburrida que está de su vida. Hace mucho frío esta tarde y yo estoy tiritando bajo mi capa. En realidad, tengo miedo por Mikhail. Odia a Alec con todo ser por el daño que le ha ocasionado a Becky. Volverá a matarle y no se detendrá hasta que no lo consiga. He empezado a conocerle demasiado bien. Es demasiado impulsivo. 
-Mi cuñado no siente respeto por nadie-escupe Miranda con rabia-Y tampoco le hace ascos a nada. 
-¿Por qué dices eso?-le pregunto. 
                            Creo ver a Becky y a Mikhail juntos. Están pescando. Ella ya puede salir a la calle a pasear. 
                             Mikhail no quiere separarse de Becky. Está preocupado por ella. Le indica cómo debe de tirar de la caña. Hace esos movimientos. 
                             No quiero que Miranda se dé cuenta de lo que estoy haciendo. 
-Tenemos que pasar mucho más tiempo juntas-insiste. 
-Lo sé-reconozco. 
-Somos primas. 
                             El Paseo Marítimo es bastante largo. 
                            Miranda está empeñada en recordarme que somos primas. Lo cierto es que ella no tiene la culpa de que no nos hayamos conocido hasta ahora. 
                             Me habla de su concuñada Eden. La pobre también está aburrida de su vida. Jack nunca está en casa. Parece haberse olvidado de ella. Incluso, quiere hablarme de los detalles íntimos del matrimonio. No sé si quiero escucharla. Me parece raro que yo haga también esas cosas. Que me haya convertido en la amante de Mikhail.  
                           Soy la amante de Mikhail. 
                           Miranda se cuelga de mi brazo mientras caminamos. 
                           Mikhail es mi amante. 
                           No quiero pensar en eso cuando me encuentro con él en la playa más tarde. Es ya noche cerrada. 
-Lo encontraré y lo mataré-afirma cuando llego a su encuentro-Parthenia, tiene que pagar por el daño que le ha hecho a Becky. 
                          Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando le oigo hablar así. No quiero que le pase nada malo. Pero está dispuesto a asesinar a Alec. Nos sentamos en el suelo. 
                           La arena de la playa está fría. Contemplo el mar, que está en calma. Mikhail me mira y me dice que no veía la hora de estar de nuevo conmigo. 
-Llenas de paz mi corazón-afirma. 
                         Noto cómo la sangre se agolpa en mis mejillas cuando me habla de ese modo. 
-No deberías de decir esas cosas-le regaño con suavidad. 
                          No dejo de pensar en que Mikhail es un verdadero romántico. Actúa movido por impulsos. Algo debió de ocurrirle en San Petersburgo. Hasta donde me ha contado Becky, participó en un complot para derrocar al zar. Habla de libertad. Habla de ser dueño de uno mismo. 
-No me pasará nada mientras esté contigo, Parthenia-me asegura. 
                         Me coge la mano y me la besa con suavidad. 
                         Veo verdadera adoración en los ojos de Mikhail cuando me mira.
-No me mires así-le ruego-Me pone nerviosa. ¡No me mires!
                          Mikhail me mira de un modo distinto al que siempre me ha mirado Piers. No puedo entender cómo he pasado toda mi vida lejos de este joven ruso. De alguien que sólo tiene ojos para mí. 
                            No me doy cuenta del momento en el que Mikhail me recuesta sobre la arena con ternura. 
                          De pronto, me parece que las estrellas se han vuelto más brillantes al tiempo que los labios de Mikhail se apoderan con ansia de mis labios. 
                         Escucho el sonido de las olas que se mezcla con la voz de Mikhail. No volvemos a hablar durante el rato que sigue. Lo que de verdad importa son los gestos que nos profesamos. 
                         Nuestro amor...
                        

                           Es todo muy raro. Escucho los gemidos quedos de Mikhail y esos gemidos los produce por mí. ¡Por mí! La Reina de Hielo...Así era cómo me llamaban los amigos de Piers. Y el propio Piers...
                           Noto cómo la lengua de Mikhail recorre mi cuello una vez que me ha desnudado. Que él también se ha desnudado. 
                         Me susurra palabras cargadas de amor. Me habla de los sentimientos que yo despierto en él. 
                         ¡Y tiene razón cuando piensa eso de mí! Soy la única mujer que hay en su vida. 
                        Volvemos a besarnos. 
                        Y nos besamos una nueva vez. 
                         Y nos besamos una cuarta vez deseando poder apoderarme del sabor de la boca de Mikhail. 
                          Me ha enviado ramos de flores. Me ha escrito poemas llenos de sentimiento. ¡Cuán distinto es todo esto a mi relación con Piers! 
                           Cada beso que nos damos está cargado de más ardor que el anterior. Cada beso que nos damos es más largo que el anterior. 
                           Mil escalofríos recorren mi cuerpo. Quiero poder olvidarme de todo y poder fundirme con Mikhail. 
                          Quiero que seamos un solo ser. Quiero que él pueda hacer feliz a Becky, a la que tanto queremos. 
                          Y quiero poder decirle a Piers todo lo que pienso. No sé cuándo regresará. 
                          Mikhail mordisquea con suavidad el lóbulo de mi oreja. Sus labios descienden por mi cuello hasta poder chupar mis pezones. 
                            Su piel arde al contacto con mi piel. Todo lo que me han enseñado se esfuma cuando estoy cerca de él. Ni siquiera me arrepiento de haberme convertido en su amante. 
                            La lengua de Mikhail invade el interior de mi boca al volver a besarnos y la recorre con deleite. Me besa en los hombros con suavidad. 
                           Sus labios llegan a recorrer con suma lentitud mis pechos depositando una lluvia de besos en ello. 
                           Al invadir su cuerpo el interior de mi cuerpo, alzo mis caderas para poder recibirle más adentro. 

martes, 3 de marzo de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

10 DE FEBRERO DE 1817

-¿Por qué lo hemos hecho?-le pregunto a Mikhail-Hace un mes, no sabía ni que existías. Pero...
                   La voz se me atora en la garganta. 
                   Mikhail y yo yacemos juntos. Me he entregado a él. 
                   No recuerdo en qué momento me dejo llevar por él a su habitación cuando Becky se queda dormida. 
                   Me dejo llevar por él. Porque siento que mi corazón late a la par que el corazón de Mikhail.
                   No hago otra cosa que no sea pensar en lo que acaba de ocurrir. Tengo la sensación de que me han crecido alas de algún lugar. He podido sentir cómo volaba por el cielo. ¿Se puede volar por el cielo? Yo lo he hecho. Me ha pasado. He sentido que me convertía en un pájaro. Soy un pájaro.
                   He estado interpretando una pieza al piano. Mi padre quería escucharme mientras interpretaba una pieza de Mozart.
-Está bien-he dicho.
                   Mi padre se ha sentado en su sillón favorito. Siempre dice que soy una verdadera virtuosa del piano. Y yo sólo soy una buena hija que intenta complacerle en todo lo que puede.
                  He estado también en el jardín de mi casa. He estado cortando rosas.
                 Se las he regalado a Becky. Al ver las rosas, mi amiga me ha dedicado una sonrisa cansada.
                 Una criada se ha encargado de colocar las rosas en un jarrón. Lo ha llenado previamente de agua.
                  El color le ha vuelto a las mejillas a mi amiga. Por lo menos, hoy no tenía fiebre.
-Ha sido un detalle muy bonito por tu parte, Parthenia-ha afirmado.
-¿Cómo te encuentras?-he querido saber.
-Alec no me escribe. Su familia no me informa de cómo está.
-Estará recuperándose.
-No va a regresar. Me ha abandonado.
                     He visto a Eden en la zona de Douglas Head. Iba sola, con la única excepción de su doncella. Van allí con frecuencia a ver los barcos.
-Regresemos a casa-le ha sugerido la doncella a Eden-Se está haciendo tarde.
-Todavía es un poco pronto-ha replicado Eden.
                     Eden recuerda su vida nómada.
                     Su padre era un conocido científico. Sigue siendo un conocido científico.
                     Eden ha viajado por todo el mundo. Siente nostalgia por su vida nómada.
                      Hoy, es domingo. He ido a Misa con mi padre.
                      Siempre dice que es bueno ponerse a bien con Dios.
-Deberías rezar por tu futuro, hija-me ha exhortado mientras nos sentábamos en el primer banco.
                       Yo le he pedido a Dios que me ilumine. En estos momentos, estoy más confundida que nunca.
                        He ido a tomar el té con lady Belinda.
                        Hemos tomado el té en el comedor. Yo me he comido un sándwich.
                        Lady Belinda me cae bien. Tiene una conversación que me parece interesante. Sé que fue cortesana antes de casarse con el duque.
-Becky es una perdida-dice con tristeza-Me compadezco de ella. Sé lo que fue eso.
                     He oído hablar de un tal Dolph. Pero no sé lo que pasó entre ellos.
                     Y ha sido esta noche cuando Mikhail se ha acercado a mí en el pasillo, cuando he salido de la habitación de Becky.
                     No he retrocedido. Me he dejado llevar.
                     He sentido cómo sus labios se apoderaban con ansia de mis labios al tiempo que me hacía pasar a su habitación.
                     No recuerdo gran cosa. Lo recuerdo todo como algo que ha sido demasiado bello.
                     Irreal...
                     No recuerdo quién desnudó a quién. Pero sí recuerdo es que Mikhail y yo terminamos desnudos sobre la cama.
                     Los besos que nos dábamos eran besos largos, apasionados y llenos de dulzura que enlazábamos uno tras otro. Sentí los labios de Mikhail recorriendo mi cuello con suavidad.
                       Sentí sus labios en todas partes.
                       Me estremecí cuando mordisqueó el lóbulo de mi oreja. Dulces escalofríos recorrieron nuestros cuerpos.
                       Mikhail me besó en los los hombros. Fue muy raro verle con mi pecho metido dentro de su boca. Succionando mis pezones. Besando mis senos. Lamiéndolos. Murmurando mi nombre con voz ronca mientras su boca descendía por mi vientre. Su lengua hurgando en mi ombligo. Mordiendo mi carne. La carne de mis muslos...
                        Ver su cara hundida entre mis piernas.
                        Y alzando la cabeza para volver a besarme con ardor en mi boca.
                        Yo sentía que mi piel ardía en contacto su piel caliente. Le besé en el cuello. También quería hacer algo.
                        No me asustó verle desnudo.
                        En ese momento, su cuerpo invadió mi cuerpo. Sentí dolor cuando rompió la barrera de mi virginidad.
                         Ya no soy virgen, pensé. Comencé a moverme al ritmo en el que Mikhail se movía. Fue como estar bailando un vals con él. Fue cómo ver cómo se llenaba de estrellas la habitación.
                        El mundo estalló a mi alrededor.
                        Mikhail descansa con la cabeza apoyada en mi hombro.



-¿Qué va a pasar entre nosotros?-le pregunté-Voy a casarme con Piers. No he roto nuestro compromiso. Ya no soy virgen.
-Cásate conmigo, Parthenia-respondió Mikhail.
-Por favor, dame tiempo. He de poner en orden mis ideas.
-¿Te arrepientes de lo que hemos hecho?
                         ¿Qué puedo decir?
                         Esto tenía que pasar, pienso. Antes o después, debía de entregarme a este joven ruso.
                         Hacía nada que no le conocía. Ahora, es toda mi vida. Es el primo de Becky. Mikhail...
                        Me pertenece. Es un sentimiento que me llena de orgullo. Mikhail es mío. A pesar de todo, es mío. Y yo soy suya. 

jueves, 26 de febrero de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

9 DE FEBRERO DE 1817

-No soporto el silencio-me confiesa Miranda-Por eso, he venido a verte. ¿Cómo está Rebecca? 
                           He aceptado salir a dar un paseo con ella por la zona de Douglas Head. De algún modo, me evado hablando con ella. Estoy emparentada con Miranda. He oído que mi padre era primo de su padre, ¡qué en paz descanse! Sin embargo, nunca llegó a reconocerla como hija. Miranda querría ser actriz. Y se ha conformado con ser la esposa del hijo bastardo de un aristócrata. 
                        El matrimonio entre Damien y Miranda va mal. ¿Acaso Miranda ha creído en algún momento que podría cambiar a Damien? Los hombres como Damien nunca cambian. Damien se parece demasiado a su hermano Alec. 
-Becky se está recuperando poco a poco-contesto. 
                       Miranda tuerce el gesto. Se da demasiados aires de grandeza. A mi parecer...
                      Hay un barco que se está acercando poco a poco al embarcadero. Veo a un grupo de niños jugando. Miranda suspira con tristeza. 
                       Trato de dirigirle una sonrisa amistosa. No me sale bien. 
                       En el fondo, Miranda me da pena. Los Knight no están muy unidos. Damien casi nunca está en casa. 
                       Tengo la sensación de que todos los Knight han fracasado en sus respectivos matrimonios. Y que Alec acabará abandonando a Becky más pronto que tarde. 
                       Miranda me habla de lo triste que es su vida. Sus dos hijos, por desgracia, yacen bajo la tierra. Pasa más tiempo sola que acompañada. Me asegura que se ha acostumbrado a vivir de ese modo. Pero yo sé que, en el fondo, está mintiendo. Sus ojos me hablan de una mujer desgraciada. 
-¿Tú sabes dónde está mi marido?-me pregunta Miranda-Porque yo no sé dónde está. Hace semanas que no le veo. 
-No puede ser cierto-respondo. 
-No estás casada con un Knight. No puedes entenderlo. 
-¿Qué le pasa a Alec y a sus hermanos? 
-Lucien quiere a Alice. 
                         Los ojos de Miranda se llenan de lágrimas. Me resulta demasiado triste mirarla. No es una mujer feliz. Me cuenta que su cuñada Jacinda es feliz con su esposo William. Ella desea lo mismo para su matrimonio. No entiende el porqué su marido la trata como la trata. No entiende en qué se ha equivocado. 
                       Está empezando a refrescar. Yo me coloco el chal de lana de color azul sobre mis hombros. Las olas se alzan ante Miranda y ante mí. Es un espectáculo fascinante. 
                        Me percato de que Miranda está llorando. No es fácil su vida. En el fondo, me da mucha pena. 
                       Miranda y yo decidimos regresar a casa. Mi padre me está esperando. Aunque esté encerrado en su despacho con su secretario. 
-¿Puedo pedirte que salgamos otro día?-me propone Miranda. 
                        Regresamos a pie. 
                        Puede ser que me convenga cultivar la amistad de las esposas de los hermanos Knight. Todas ellas tienen en común lo mismo. Están casadas con canallas. 
-Por supuesto que sí...-contesto. 
-Dile a Rebecca que lo siento-me pide Miranda-Yo me he acostumbrado a las canalladas de Damien. No... Esto no es cierto. 
                            Llegamos ante la verja del jardín que rodea mi casa. 
                            Miranda me da un beso en la mejilla a modo de despedida. 
                            Paso un rato en el jardín. No me apetece meterme dentro de casa. Me detengo ante los rosales que planté no hace mucho con mi madre. De pronto, siento que no estoy sola. 
                             Me giro y, al encontrarme cara a cara con Mikhail, un impulso me lleva a cubrir de besos su cara. 
-Mi adorada Parthenia...-me susurra. 
                            Quiere estar un rato conmigo. Quiere evadirse un poco de la situación que está viviendo en casa de Becky. También es, ahora, su casa. 
                            Quiere verme porque, en su fuero interno, piensa que sólo es feliz si me ve. Si sabe que estoy con él. 


-Becky se ha quedado dormida-me cuenta. 
-He salido a dar un paseo con lady Miranda, la esposa de lord Damien Knight-le cuento a mi vez-Esa pobre mujer está amargada. 
-¿Y quién no va a estar amargada casada con un Knight? Me dan ganas de llevarme a Becky a San Petersburgo. Pero sé que ella no va a querer. 
-Lo que más me aterra es que pueda cometer una locura. 
                        Mikhail se despide de mí al cabo de un rato. 
-No quiero dejar a Becky sola-me dice-Se podría despertar. Y vería que no estoy. 
                          Me besa con dulzura en los labios. 
                          Mi padre y yo pasamos un rato en el salón después de cenar. 
-¿Cómo puedes salir con lady Miranda Knight?-me pregunta horrorizado-¡Es una perdida! Es la hija de una ramera. 
-Quería ser actriz-respondo. 
                          Para mi padre, ser actriz equivale a ser una zorra. No tengo ganas de discutir con él. He cogido un libro de poemas. Ni siquiera he mirado quién es el autor de los poemas. Tan sólo quiero estar distraída. 
                          La chimenea del salón está encendida. Un agradable calorcillo lo inunda todo. Pero yo sigo teniendo frío. 
                         Me tapo las piernas con una manta. Mi padre fuma su pipa. Está leyendo The Times. Hace algunos comentarios. Ni le escucho. 
                          Ha empezado a llover. Escucho cómo las gotas de lluvia golpean los cristales del enorme ventanal del salón. El cielo también está llorando por Becky, pienso. Y trato de no llorar a mi vez. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

8 DE FEBRERO DE 1817

                        Becky ha sufrido una recaída en su enfermedad. 
                        Mi padre está enfadado conmigo. 
                        No entiende que pase tanto tiempo en casa de Becky. Me ha hecho llamar a su despacho. Yo le escucho mientras me recuerda quién es Rebecca Ward. En su opinión, es una perdida. 
-¡Te equivocas!-me rebelo. 
-¿Acaso te has olvidado de quién es su amante?-me recuerda mi padre-¡Ese Alec Knight! ¡Y sabe Dios quién lo engendró!
-Becky lo sabe. Su verdadero padre es un actor. 
-Te estás juntando con la escoria del país. 
-Becky es mi mejor amiga. 
-¿Y tienes que estar cuidándola tú siempre?
                           Mi deber es estar al lado de ella. Becky me necesita. Me olvido de la discusión que he mantenido con mi padre cuando estoy con ella. 
-Mi Alec no se va a morir-me dice Becky. 
                         Yo le paso un paño empapado en agua fría por la frente. Becky ha vuelto a tener mucha fiebre. 
                          Su doncella se pasea de un lado a otro de la habitación. Dice que ni los hermanos de Alec han venido a verla. Yo la miro con estupor. Para ellos, Becky tendría que ser su cuñada. ¡Es su cuñada! ¿Por qué no han venido a verla? ¿Dónde se han metido?
                         Mikhail entra en la habitación. Tengo la sensación de que han pasado siglos desde la última vez que le vi. Mira con angustia el rostro ardiente de Becky. Sospecho que está maldiciendo a Alec. Le culpa del estado en el que se encuentra su prima. Yo ya no sé qué pensar cuando le veo. ¿Ha hecho bien en darle su merecido a Alec?
                        Los Knight se dedican a justificarle. Se apoyan en lo mucho que sufrió. En que...
                        La ira se apodera de mí. Alec es el único culpable del estado en el que se encuentra Becky. ¿Cómo pueden seguir justificándole?
                        Ante la mirada escandalizada de la doncella de mi amiga, Mikhail me besa en los labios de manera arrebatadora. 
                       Mis mejillas se encienden.
-No has debido de hacer eso-le regaño suavemente. 
-Eres la única amiga que tiene Becky, Parthenia-afirma Mikhail-La estás cuidando como una hermana. Ella sabrá valorar lo que estás haciendo. Cuando se recupere. Si es que se recupera. 
-Misha...¡Ya verás como se pone bien!
                       Mikhail me besa en las mejillas. 
                       En estos momentos, he de ser fuerte. 
-Te admiro por tu fortaleza-me asegura.