12 DE FEBRERO DE 1817
-¿Qué está pasando entre mi primo y tú?-me interroga Becky-Noto que hay algo raro.
-No sé lo que quieres decir-le contesto, sintiéndome mal porque le estoy mintiendo.
-Creía que existía confianza entre nosotras.
Becky está acostada en la chaise longue. Se siente cansada esta tarde. Pero quiere estar en el jardín.
Me siento en el filo de la chaise longue. El Sol ha salido por la mañana. Pero sus rayos son muy débiles.
Becky está muy delgada.
La doncella personal de mi amiga me ha llamado antes a un aparte. Me cuenta que Becky no está bien.
Le cuesta trabajo conciliar el sueño por las noches. Se la ha escuchado llorar muchas veces. No puede evitar recordar a Alec.
Es consciente del punto al que ha llegado su relación. Sabe que Alec nunca se casará con ella. A pesar de todo, no puede evitar seguir amándole. Es su condena. Quiere pensar que Alec acabará yendo a buscarla.
He estado interpretando una pieza al piano un rato antes para ella. Le digo que hace un día precioso. Ya falta menos para la Primavera, le digo. No tardará el jardín en llenarse de flores de todos los colores. El Sol lucirá más a menudo. ¿No está deseando que llegue la Primavera? Becky no me contesta. No me dice nada.
-Parthenia...-dice, finalmente-No me molesta que estés enamorada de mi primo.
Quiere que hablemos de Mikhail. No sé cómo reaccionará cuando se lo cuente todo.
-¿Por qué lo dices?-le pregunto, inquieta.
Becky esboza una sonrisa que es dulce y triste a la vez. En el fondo, me conoce mejor que nadie. Sabe cómo pienso.
Se ha fijado en mí mientras el nombre de Mikhail salía a colación en nuestras anteriores conversaciones, me explica. Yo me pongo roja. Noto cómo la sangre se agolpa en mis mejillas.
-Tu reacción...-observa-Es la reacción de una mujer enamorada.
Ni siquiera mi prima Miranda sospecha algo. Hemos estado dando un paseo esta mañana por el embarcadero. Miranda se queja de la ausencia de Damien. Lo mismo está aquí, en Douglas, que se marcha unos días fuera.
Nos hemos sentado en la arena de la playa. Las mejillas de Miranda estaban llenas de lágrimas.
-Nunca te enamores-me ha aconsejado.
Me fijo en que Becky ya no me habla. Se ha quedado profundamente dormida. Me quito el chal de lana que cubre mis hombros. Tapo con él a Becky.
Estoy a punto de gritar cuando miro su cara. ¡Dios mío, qué pálida está!
Intento reconocer en ella a la Becky que se acercó a mí en la caseta de la playa. A la Becky valiente que me dijo que se llamaba Abby para avisarme del peligro que corría. ¿Dónde está esa Becky?
¿Qué ha hecho ese miserable de Alec Knight con ella? No quiero odiar a nadie.
Me pongo de pie. Contemplo la figura maltrecha de Becky, que está durmiendo. Siento cómo el corazón se me encoge. Nunca antes he sentido una furia tan intensa hacia alguien. Nunca antes he odiado a alguien como siento que odio a Alec Knight. ¡No se merece a Becky!, pienso con rabia. ¡Le ha destrozado la vida!
Soy una dama. La hija de un duque...No he de dejarme llevar por mis emociones.
Me despido de Becky depositando un beso en su mejilla.
No me siento con ánimos de volver a mi casa dando un paseo. Alquilo un carruaje que me lleva a casa. El trayecto es corto. Me recuesto en el asiento del carruaje. Intento no pensar en nada. Intento olvidar todo lo que se ha convertido mi vida.
No puedo ser como era antes, pienso cuando el carruaje dobla una esquina. Ya no puedo ser la Parthenia que conoció Becky. Y Becky...
Ya no es la misma Becky que conocí hace tanto tiempo. Es una Becky distinta.
Esta noche, me reúno con Mikhail en la confluencia de los ríos Dohal y Glass.
Me tiembla todo el cuerpo mientras me dirijo a su encuentro. Mikhail me está esperando.
Los dos estamos muy preocupados. Ignoramos lo que va a pasar. Pienso, en contra de mi voluntad, en Piers.
No puedo olvidar que es mi prometido. No entenderá que quiera romper nuestro compromiso sólo porque me he enamorado de un joven ruso. Pero ya nada me importa. Sólo sé que no puedo renunciar a Mikhail. Siento que le pertenezco. Siento que él me pertenece. Nos sentamos en el suelo. Nuestras miradas se encuentran. Sólo sé que estamos juntos en este momento. Deseo que este instante dure para siempre.
-Te veo preocupada-observa Mikhail-Y no es sólo por Becky.
-Mi vida se ha convertido en una locura en los últimos tiempos-le confieso-Ya no sé qué hacer.
-Puedes huir conmigo.
-¿Te has vuelto loco?
-Huiríamos los tres a cualquier sitio. No puedo regresar durante algún tiempo a San Petersburgo. Pero...
-¿Qué quieres decir?
-Vente conmigo, Parthenia. No puedo vivir sin ti. ¡Te necesito!
-¿Te has dado cuenta de que apenas nos conocemos?
-Te conozco bien, Parthenia. En estas semanas, he llegado a conocerte mejor que a nadie. Siento que no existe más mujer en mi vida que tú. ¿No te pasa a ti lo mismo conmigo?
-Mikhail...
Durante unos instantes, me olvido de todo lo que me rodea.
Sólo soy consciente de que las estrellas están más brillantes en el cielo. ¡Qué bonitas son!
Sólo soy consciente de que Mikhail me ha desnudado por completo sin darme yo apenas cuenta. Y que he sido yo la que le ha desnudado por completo a él.
Me dejo llevar.
Correspondo a cada uno de los besos que Mikhail me da en los labios con pasión. Unos besos que son largos, profundos y llenos de ternura.
Me estremezco cuando Mikhail empieza a acariciarme con las manos. Cuando me abraza. Me besa una y otra vez con suavidad en el cuello.
Me besa los pechos y me los lame con lentitud, torturándome. Haciéndome disfrutar. Gozar.
El tiempo se detiene para nosotros.