martes, 23 de junio de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA

12 DE FEBRERO DE 1817

-¿Qué está pasando entre mi primo y tú?-me interroga Becky-Noto que hay algo raro. 
-No sé lo que quieres decir-le contesto, sintiéndome mal porque le estoy mintiendo. 
-Creía que existía confianza entre nosotras. 
                               Becky está acostada en la chaise longue. Se siente cansada esta tarde. Pero quiere estar en el jardín. 
                              Me siento en el filo de la chaise longue. El Sol ha salido por la mañana. Pero sus rayos son muy débiles. 
                             Becky está muy delgada. 
                             La doncella personal de mi amiga me ha llamado antes a un aparte. Me cuenta que Becky no está bien. 
                              Le cuesta trabajo conciliar el sueño por las noches. Se la ha escuchado llorar muchas veces. No puede evitar recordar a Alec. 
                              Es consciente del punto al que ha llegado su relación. Sabe que Alec nunca se casará con ella. A pesar de todo, no puede evitar seguir amándole. Es su condena. Quiere pensar que Alec acabará yendo a buscarla. 
                             He estado interpretando una pieza al piano un rato antes para ella. Le digo que hace un día precioso. Ya falta menos para la Primavera, le digo. No tardará el jardín en llenarse de flores de todos los colores. El Sol lucirá más a menudo. ¿No está deseando que llegue la Primavera? Becky no me contesta. No me dice nada. 
-Parthenia...-dice, finalmente-No me molesta que estés enamorada de mi primo. 
                          Quiere que hablemos de Mikhail. No sé cómo reaccionará cuando se lo cuente todo. 
-¿Por qué lo dices?-le pregunto, inquieta. 
                             Becky esboza una sonrisa que es dulce y triste a la vez. En el fondo, me conoce mejor que nadie. Sabe cómo pienso. 
                              Se ha fijado en mí mientras el nombre de Mikhail salía a colación en nuestras anteriores conversaciones, me explica. Yo me pongo roja. Noto cómo la sangre se agolpa en mis mejillas. 
-Tu reacción...-observa-Es la reacción de una mujer enamorada. 
                             Ni siquiera mi prima Miranda sospecha algo. Hemos estado dando un paseo esta mañana por el embarcadero. Miranda se queja de la ausencia de Damien. Lo mismo está aquí, en Douglas, que se marcha unos días fuera. 
                             Nos hemos sentado en la arena de la playa. Las mejillas de Miranda estaban llenas de lágrimas. 
-Nunca te enamores-me ha aconsejado. 
                             Me fijo en que Becky ya no me habla. Se ha quedado profundamente dormida. Me quito el chal de lana que cubre mis hombros. Tapo con él a Becky. 
                              Estoy a punto de gritar cuando miro su cara. ¡Dios mío, qué pálida está!
                              Intento reconocer en ella a la Becky que se acercó a mí en la caseta de la playa. A la Becky valiente que me dijo que se llamaba Abby para avisarme del peligro que corría. ¿Dónde está esa Becky?
                              ¿Qué ha hecho ese miserable de Alec Knight con ella? No quiero odiar a nadie. 
                              Me pongo de pie. Contemplo la figura maltrecha de Becky, que está durmiendo. Siento cómo el corazón se me encoge. Nunca antes he sentido una furia tan intensa hacia alguien. Nunca antes he odiado a alguien como siento que odio a Alec Knight. ¡No se merece a Becky!, pienso con rabia. ¡Le ha destrozado la vida!
                              Soy una dama. La hija de un duque...No he de dejarme llevar por mis emociones. 

 

                                Me despido de Becky depositando un beso en su mejilla. 
                                No me siento con ánimos de volver a mi casa dando un paseo. Alquilo un carruaje que me lleva a casa. El trayecto es corto. Me recuesto en el asiento del carruaje. Intento no pensar en nada. Intento olvidar todo lo que se ha convertido mi vida. 
                              No puedo ser como era antes, pienso cuando el carruaje dobla una esquina. Ya no puedo ser la Parthenia que conoció Becky. Y Becky...
                              Ya no es la misma Becky que conocí hace tanto tiempo. Es una Becky distinta. 
                            Esta noche, me reúno con Mikhail en la confluencia de los ríos Dohal y Glass. 
                            Me tiembla todo el cuerpo mientras me dirijo a su encuentro. Mikhail me está esperando. 
                            Los dos estamos muy preocupados. Ignoramos lo que va a pasar. Pienso, en contra de mi voluntad, en Piers. 
                              No puedo olvidar que es mi prometido. No entenderá que quiera romper nuestro compromiso sólo porque me he enamorado de un joven ruso. Pero ya nada me importa. Sólo sé que no puedo renunciar a Mikhail. Siento que le pertenezco. Siento que él me pertenece. Nos sentamos en el suelo. Nuestras miradas se encuentran. Sólo sé que estamos juntos en este momento. Deseo que este instante dure para siempre. 
-Te veo preocupada-observa Mikhail-Y no es sólo por Becky. 
-Mi vida se ha convertido en una locura en los últimos tiempos-le confieso-Ya no sé qué hacer. 
-Puedes huir conmigo. 
-¿Te has vuelto loco?
-Huiríamos los tres a cualquier sitio. No puedo regresar durante algún tiempo a San Petersburgo. Pero...
-¿Qué quieres decir?
-Vente conmigo, Parthenia. No puedo vivir sin ti. ¡Te necesito!
-¿Te has dado cuenta de que apenas nos conocemos?
-Te conozco bien, Parthenia. En estas semanas, he llegado a conocerte mejor que a nadie. Siento que no existe más mujer en mi vida que tú. ¿No te pasa a ti lo mismo conmigo?
-Mikhail...
                                  Durante unos instantes, me olvido de todo lo que me rodea. 
                                  Sólo soy consciente de que las estrellas están más brillantes en el cielo. ¡Qué bonitas son!
                                  Sólo soy consciente de que Mikhail me ha desnudado por completo sin darme yo apenas cuenta. Y que he sido yo la que le ha desnudado por completo a él. 
                                  Me dejo llevar. 
                                  Correspondo a cada uno de los besos que Mikhail me da en los labios con pasión. Unos besos que son largos, profundos y llenos de ternura. 
                                   Me estremezco cuando Mikhail empieza a acariciarme con las manos. Cuando me abraza. Me besa una y otra vez con suavidad en el cuello. 
                                    Me besa los pechos y me los lame con lentitud, torturándome. Haciéndome disfrutar. Gozar. 
                                   El tiempo se detiene para nosotros. 

jueves, 4 de junio de 2015

EL DIARIO DE LADY PARTHENIA WESTLAND

11 DE FEBRERO DE 1817

-Mi cuñado ha vuelto-me informa Miranda cuando viene a verme-Pero no quiere que Becky se entere. 
                          Por lo visto, Alec regresó ayer por la noche. Yo estaba acostada en mi cama. No podía conciliar el sueño. De pronto, escuché un sonido raro. 
                           En realidad, fue el sonido de mucha gente que hablaba. Alec Knight no es un hombre que sepa ser discreto. Tiene que hacer ruido por dónde quiera que vaya. Pero el que más me preocupa ahora es Mikhail. 
                          Ha intentado matarle una vez. 
                          Miranda me invita a que dé un paseo con ella. Damos el paseo a pie mientras me cuenta lo aburrida que está de su vida. Hace mucho frío esta tarde y yo estoy tiritando bajo mi capa. En realidad, tengo miedo por Mikhail. Odia a Alec con todo ser por el daño que le ha ocasionado a Becky. Volverá a matarle y no se detendrá hasta que no lo consiga. He empezado a conocerle demasiado bien. Es demasiado impulsivo. 
-Mi cuñado no siente respeto por nadie-escupe Miranda con rabia-Y tampoco le hace ascos a nada. 
-¿Por qué dices eso?-le pregunto. 
                            Creo ver a Becky y a Mikhail juntos. Están pescando. Ella ya puede salir a la calle a pasear. 
                             Mikhail no quiere separarse de Becky. Está preocupado por ella. Le indica cómo debe de tirar de la caña. Hace esos movimientos. 
                             No quiero que Miranda se dé cuenta de lo que estoy haciendo. 
-Tenemos que pasar mucho más tiempo juntas-insiste. 
-Lo sé-reconozco. 
-Somos primas. 
                             El Paseo Marítimo es bastante largo. 
                            Miranda está empeñada en recordarme que somos primas. Lo cierto es que ella no tiene la culpa de que no nos hayamos conocido hasta ahora. 
                             Me habla de su concuñada Eden. La pobre también está aburrida de su vida. Jack nunca está en casa. Parece haberse olvidado de ella. Incluso, quiere hablarme de los detalles íntimos del matrimonio. No sé si quiero escucharla. Me parece raro que yo haga también esas cosas. Que me haya convertido en la amante de Mikhail.  
                           Soy la amante de Mikhail. 
                           Miranda se cuelga de mi brazo mientras caminamos. 
                           Mikhail es mi amante. 
                           No quiero pensar en eso cuando me encuentro con él en la playa más tarde. Es ya noche cerrada. 
-Lo encontraré y lo mataré-afirma cuando llego a su encuentro-Parthenia, tiene que pagar por el daño que le ha hecho a Becky. 
                          Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando le oigo hablar así. No quiero que le pase nada malo. Pero está dispuesto a asesinar a Alec. Nos sentamos en el suelo. 
                           La arena de la playa está fría. Contemplo el mar, que está en calma. Mikhail me mira y me dice que no veía la hora de estar de nuevo conmigo. 
-Llenas de paz mi corazón-afirma. 
                         Noto cómo la sangre se agolpa en mis mejillas cuando me habla de ese modo. 
-No deberías de decir esas cosas-le regaño con suavidad. 
                          No dejo de pensar en que Mikhail es un verdadero romántico. Actúa movido por impulsos. Algo debió de ocurrirle en San Petersburgo. Hasta donde me ha contado Becky, participó en un complot para derrocar al zar. Habla de libertad. Habla de ser dueño de uno mismo. 
-No me pasará nada mientras esté contigo, Parthenia-me asegura. 
                         Me coge la mano y me la besa con suavidad. 
                         Veo verdadera adoración en los ojos de Mikhail cuando me mira.
-No me mires así-le ruego-Me pone nerviosa. ¡No me mires!
                          Mikhail me mira de un modo distinto al que siempre me ha mirado Piers. No puedo entender cómo he pasado toda mi vida lejos de este joven ruso. De alguien que sólo tiene ojos para mí. 
                            No me doy cuenta del momento en el que Mikhail me recuesta sobre la arena con ternura. 
                          De pronto, me parece que las estrellas se han vuelto más brillantes al tiempo que los labios de Mikhail se apoderan con ansia de mis labios. 
                         Escucho el sonido de las olas que se mezcla con la voz de Mikhail. No volvemos a hablar durante el rato que sigue. Lo que de verdad importa son los gestos que nos profesamos. 
                         Nuestro amor...
                        

                           Es todo muy raro. Escucho los gemidos quedos de Mikhail y esos gemidos los produce por mí. ¡Por mí! La Reina de Hielo...Así era cómo me llamaban los amigos de Piers. Y el propio Piers...
                           Noto cómo la lengua de Mikhail recorre mi cuello una vez que me ha desnudado. Que él también se ha desnudado. 
                         Me susurra palabras cargadas de amor. Me habla de los sentimientos que yo despierto en él. 
                         ¡Y tiene razón cuando piensa eso de mí! Soy la única mujer que hay en su vida. 
                        Volvemos a besarnos. 
                        Y nos besamos una nueva vez. 
                         Y nos besamos una cuarta vez deseando poder apoderarme del sabor de la boca de Mikhail. 
                          Me ha enviado ramos de flores. Me ha escrito poemas llenos de sentimiento. ¡Cuán distinto es todo esto a mi relación con Piers! 
                           Cada beso que nos damos está cargado de más ardor que el anterior. Cada beso que nos damos es más largo que el anterior. 
                           Mil escalofríos recorren mi cuerpo. Quiero poder olvidarme de todo y poder fundirme con Mikhail. 
                          Quiero que seamos un solo ser. Quiero que él pueda hacer feliz a Becky, a la que tanto queremos. 
                          Y quiero poder decirle a Piers todo lo que pienso. No sé cuándo regresará. 
                          Mikhail mordisquea con suavidad el lóbulo de mi oreja. Sus labios descienden por mi cuello hasta poder chupar mis pezones. 
                            Su piel arde al contacto con mi piel. Todo lo que me han enseñado se esfuma cuando estoy cerca de él. Ni siquiera me arrepiento de haberme convertido en su amante. 
                            La lengua de Mikhail invade el interior de mi boca al volver a besarnos y la recorre con deleite. Me besa en los hombros con suavidad. 
                           Sus labios llegan a recorrer con suma lentitud mis pechos depositando una lluvia de besos en ello. 
                           Al invadir su cuerpo el interior de mi cuerpo, alzo mis caderas para poder recibirle más adentro.