jueves, 3 de marzo de 2016

UNA HISTORIA DE LA PREHISTORIA

Hola a todos.
Mañana, llega el gran día. ¡Esta historia tendrá el final que se merece!
De momento, aquí os traigo el penúltimo fragmento.
Os agradezco vuestras lecturas. Ello me anima a seguir escribiendo. ¡Estoy super motivada con esta historia!
Veamos lo que pasa hoy.

                            No sé lo que me pasa, pensó la joven hembra. No lo puedo entender.
                            Esa noche, los hombres de la tribu se reunieron en un aparte después de cenar. El joven macho estaba muy nervioso. El jefe de la tribu había presenciado uno de los encuentros entre la pareja. Y no estaba nada contento.
                           No me gusta, pensó. Por algún extraño motivo, sentía el impulso de proteger a la joven hembra de aquel joven macho que parecía pensar sólo en aparearse con ella y ello le repugnaba hondamente. Debía de hacérselo entender.
-No te entiendo-replicó el joven macho-Hay muchas hembras en el clan. Lo único que hemos hecho ha sido estar juntos, pero no hemos hecho nada más. No es la clase de hembra que se deja aparear con cualquiera. 
-Es muy dura-dijo un macho de más edad. 
-¡Ten cuidado con lo que dices!-le amenazó el jefe del clan. 
-Sólo he dicho lo que pienso. 
                          El jefe del clan le lanzó una mirada feroz a aquel hombre. No le gustaba escuchar aquella clase de comentarios. La joven hembra de la que estaban hablando no era como las demás. Él lo sabía bien.
-¿Es que te has desfogado con ella?-le increpó con rabia. 
                     El joven macho les dejó discutir. Sentía también rabia. Ardía dentro de él. No sabía cómo expresar aquella cólera. El deseo de gritarle de que nadie más podía estar con ella. De la misma forma que él no podía estar con nadie más. Las demás hembras habían perdido todo su encanto. No eran ella.
                      Había posado sus labios sobre los labios de la joven hembra.
                      Había disfrutado haciendo eso, por lo que había posado más veces sus labios sobre los labios de ella.
                       Estaba cerca de él. Sintiéndose extrañamente cohibida.
-A veces, no quiere-dijo el otro macho-Todo el mundo sabe cómo es. Pocos son los machos que lo han logrado. Es cuando ella quiere. Sabe imponerse. Es más fuerte que las demás hembras. Tú la conoces bien. La has criado. Empuja. Golpea. Pocos son los machos que la pueden someter. Es más. No existe el macho que la pueda someter. 
-Ella sabe hacerse imponer y respetar-afirmó el jefe del clan-Es una hembra. Me da pena. Es fuerte. Sabe cazar. Y no le tiene miedo ni a nada ni a nadie. Debería de liderar ella la tribu cuando yo falte. 
                       El joven macho se apartó de ellos. Quería recordar los momentos vividos con la joven hembra. En la espesura...Entre los árboles...
                      La había abrazado con ternura.
                      ¡Qué raro! Todo era raro.
                      Pensaba en ella. Se despertaba en mitad de la noche. Y había soñado con ella.
                      ¿Por qué le pasaba eso? ¿Por qué no lograba arrancársela de la cabeza? ¿Sólo de la cabeza? No...Era algo más.
                       Se había sentido muy feliz sólo con abrazarla. Sólo con posar sus labios sobre los labios de ella.
                      El joven macho no quería estar con otras hembras. Sólo quería estar con ella. Sentía que era suyo. De la misma manera que sentía que era ella suya. Se pertenecían el uno al otro.
                      Lo supo la primera vez que se desfogó con ella.
                      Hubo algo raro aquella vez. No se trató de un simple impulso.
                      Experimentó algo raro al unir su cuerpo con el cuerpo de ella.

-¿Cuándo vamos a abandonar la isla?-preguntó uno de los machos-¿Qué clase de magia hay aquí? Magia...Tiene que ser eso. Por eso, no nos vamos. 
                 Nadie levantó la mano.
-¿Por qué no nos vamos de aquí?-preguntó otro macho. 
                   Tampoco nadie levantó la mano para proponer una idea.
                   La joven hembra estaba cerca de ellos. Sentía curiosidad por saber lo que pasaba.
-Podíamos quedarnos aquí por más tiempo-intervino-Ya han desaparecido los hielos. Se puede pescar y hay abundantes peces. Es verdad que no hay animales gigantes. Pero hay animales pequeños. Y hay para todos. Podemos quedarnos aquí un rato más. 
                    Miró a todos los machos.
                   Éstos empezaron a entonar cánticos de caza. En medio de aquel barullo, la madre de la joven hembra se acercó a ella.
                    No le gustaba verla asistir a las reuniones de los machos.
                    De modo que la alejó discretamente de allí. Los machos presenciaron la escena. El joven macho la miraba con estupor. Había demostrado ser muy valiente.



-Hija...-la regañó la madre. 
-He dicho lo que pensaba-replicó la joven hembra. 
-No puedes ni siquiera tener pensamientos. 
-¡Eso es una estupidez! Me gusta este sitio. 
-No vamos a estar aquí mucho tiempo. Nos iremos antes o después. Es sólo un lugar más. Tenemos que irnos. La caza es escasa. No podemos alimentarnos de peces. 
-Lo sé. 
-Me alegro de que lo entiendas. 
                       El jefe del clan miró a la joven hembra. Sintió algo raro en su interior. Lo que sentía tenía nombre. Era orgullo.
                        El joven macho no pudo conciliar el sueño aquella noche. No dejaba de pensar en aquella joven hembra.
                        Todo lo que sentía por ella era muy fuerte. ¿Cómo lo podía definir con gestos? ¿Lo podía definir con palabras?
                        Ella...
                        Deseaba poder expresarse. Deseaba poder hacerle saber lo que sentía.
                        ¿Un macho podía albergar tales sentimientos por una hembra? Existían los lazos que unían a las madres con los hijos. Que unían a los hijos que habían nacido de la misma hembra.
                         Las hembras se apoyaban entre ellas. Los machos se apoyaban entre ellos.
                         De algún modo, todos eran miembros de la misma familia. Las parejas, en teoría, no existían. Los machos podían desfogarse con cualquier hembra. Pero sí que había casos en los que existían un fuerte vínculo entre ellos. No eran pareja. Ese concepto no existía como tal.
                         O eso era lo que él pensaba. ¿Y qué sentía ella por él? No lo sabía. ¿Tendría tales pensamientos? Era una joven inteligente. En ocasiones, parecía que no era una de ellos.
                         Empezó a fijarse en ella cuando la vio cazando. Se puso tenso. Vio algo por el rabillo del ojo. Se sentó en el suelo. La luz de la Luna iluminó la silueta de la joven hembra. Se estaba acercando a él. Una curiosa expresión iluminaba tanto su cara como sus ojos.
                        Se había atrevido a dar aquel paso.
-No podía conciliar el sueño esta noche y sentía que me estabas llamando-le contó ella. 
                        El joven macho la hizo sentarse a su lado sobre la hierba.
                        Empezó a lamer su cuello al tiempo que la hizo recostarse con suavidad sobre la hierba.
                       Ningún miembro de la tribu se dio cuenta. Todos ellos estaban profundamente dormidos.

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